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Sigue siendo unos de mis artistas favoritos, en cuanto a pintura se refiere. Cuando, muy de vez en cuando, me apetece dar rienda suelta a mi presunta creatividad, cojo una tela, e intento poner en práctica la técnica del «drip-painting». El resultado final -en ocasiones dudoso- es el que es, sin llegar a ser, a veces, el deseado. Y es que no es tan sencillo como parece. Pollock tuvo que defenderse, a capa y espada, de algún crítico de arte que argumentaba que sus obras (las creadas con esta técnica) no eran más que meras explosiones accidentales y carentes de significación, simple resultado de mostrar su energía sin ningún tipo de control. También comentaron que eran cuadros caóticos e infinitos, con lo que el artista podía estar pintando el lienzo eternamente. El autor, en una ocasión, en 1950 y como respuesta a un articulo anónimo publicado en el Times, envió un telegrama al editor en el que se podía leer : «MUY SEÑOR MÍO : NADA DE CAOS. CUADROS RECARGADOS, COMO PUEDE VERSE (…)».

Ésta técnica, que se denominó «drip-painting» consistía en aplicar el color mediante espátulas o palos, sin tocar jamás el lienzo, mientras que la mano izquierda sostenía el bote de pintura, tal y como se puede apreciar en la foto superior. Pollock salpicaba o dejaba chorrear el color una y otra vez sobre la superfície horizontal, apoyada en el suelo, y de esta forma prescindía de preocupaciones, se movía libremente por los cuatro costados, y tomaba conocimiento de lo que estaba haciendo, sin ningún temor a cambios y destrucción de imagen. El cuadro tiene vida propia, decía, y, de esta forma, salía por sí mismo.

Utilizó diversas técnicas y materiales. El barniz, óleo, tinta, etc. fueron algunos de esos elementos. En algunos cuadros se llega a apreciar una brusca interrupción de líneas y trazados, sobre todo en su parte posterior,demostrándose así, que Pollock cortaba el lienzo a posteriori, eligiendo el encuadre y el formato perfecto del mismo.

En esta fase de su vida, en la que surgieron las obras más importantes, Pollock era completamente abstemio -durante casi toda su vida tuvo problemas con el alcohol- no sin ayuda médica y farmacológica, con lo que se demuestra que su pintura, que por aquel entonces cuestionaba el concepto tradicional, no era producto de los delirios de un alcoholico. Tres días antes de su cuarta exposición en la galería de Betty Parson, el 28 de noviembre de 1950, se filmaron las últimas imágenes del reportage gráfico, cuyo autor, el fotógrafo Hans Namuth, ya ultimaba los detalles. Esa misma noche, la pequeña fiesta que se debía celebrar acabó en catástrofe. Pollock empezó a beber sin parar, dirigiéndose continuamente a Namuth y susurrándole : «I’m not a phony» (no soy ningún farsante). Ante el asombro de los invitados, el artista acabó por volcar la mesa de los aperitivos. Este suceso marcó el último punto de inflexión del pintor, que hasta el final de su vida, continuó sumido en el alcohol y con la creatividad mermada por completo.
Posteriormente, Pollock, volvería, de nuevo, a pintar sobre caballete, abandonando parcialmente la técnica hasta ahora utilizada. Así, uno de los cuadros a considerar sería The Deep (1953), en el que utilizó óleo y barniz sobre lienzo, calificándose como único en la obra de Pollock.

Es dificil encontrar un significado exacto en sus obras, y él, consciente de ello, afirmaba : » Naturalmente, el resultado es la cosa; carece de importancia, por tanto, cómo se haya realizado el cuadro siempre que éste exprese algo. La técnica no es más que el medio para llegar a un estado».

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The Deep, 1953
220,4×150,2cm
Musée National d’Art Moderne
Georges Pompidou
París

 

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