big_401925_7227_addio-oscar-niemeyer1Picture of Brasilia's Cathedral interior

«No es el ángulo recto lo que me atrae, ni la línea recta, dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida. Todo el universo está hecho de curvas, el universo curvo de Einstein.» Oscar Ribeiro de Almeida de Niemeyer Soares

De esta forma comienza el documental editado por la Fundación Caja de Arquitectos sobre la obra de este arquitecto brasileño- documental que he visionado en numerosas ocasiones sin llegar al hastío ni al aburrimiento en ninguna de ellas-. En su contenido se puede apreciar claramente como es la arquitectura de Niemeyer, y la influencia de Le Corbusier en sus obras, tomando como premisa la frase de éste en la que afirmaba que «arquitectura es invención».

Niemeyer piensa y dibuja al mismo tiempo, trazo curvo frente al rectilineo, suaviza las formas y explota la plasticidad y versatilidad del hormigón armado desconocido hasta el momento. Arquitecto innovador y atrevido, estandarte y orgullo de un país que hasta la llegada de Niemeyer siempre se consideró influenciado, en muchos aspectos, por los europeos y estadounidenses.

Hombre imaginativo, solidario, comprometido y amigo de sus amigos. Como el mismo cuenta, cada vez que viajaba a Brasilia en coche, observaba las nubes y las caprichosas formas que estas tomaban, imaginando volumenes y figuras que, posteriormente, nos mostraria en sus obras.

Brasilia fue su trabajo más emblemático, y duro a la vez -la capital se construyó en tres años y medio-, aunque se vió recompesado con la satisfacción de saber que todo el paisaje que puede verse en la ciudad es la arquitectura de Oscar Niemeyer, como afirmó Lucio Costa (urbanista de Brasilia y compañero de fatigas de Niemeyer).

Su imaginación y trabajo, ni siquiera se detuvieron en el exilio forzado a París (sede del Partido Comunista, edificio Mondadori, etc…) con la llegada de la dictadura a Brasil. Pero el caracter «carioca» y la «saudade» le obligaron a volver a su país natal, y hasta la fecha, con 102 años de edad, sigue trabajando y ejerciendo para satisfacción de sus más acérrimos seguidores y admiradores.

El final del documental es realmente emotivo. Suenan de fondo viejas canciones de Ataúlfo Alves, con poemas de Nelson Cavaquinho, y un Niemeyer llorando bajito, sentado en su estudio, repasando imágenes del pasado lejano, sufriendo por los más desfavorecidos mientras ríen los más acaudalados.


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